“Una de las consecuencias de vivir
en tiempos modernos es que ya no hay dragones, ni demonios contra quien luchar,
ni princesas para rescatar”.
Stephen Rauch.
Cuando empecé este blog fue para escribir
un poco de humor. Así fue que con la ayuda de un amigo armé la estética del
blog, con una amiga hice las primeras ilustraciones y mediante esa amiga conocí
a…Ramona (llamémosla así), mi primer fan desconocida del blog. A Mis 76 Mujeres
le debo mucho: me devolvió una cierta disciplina prosaica, afianzó mis lazos
con muchos ilustradores, me devolvió la práctica de intentar escribir humor, y
me hizo conocer a la cordobesa. Ese último mero hecho justifica la existencia
de este blog.
Me escribió por outbox en Facebook
para felicitarme por el blog, y por cómo la había hecho reír el posteo de La
Actriz. “Viva el pijama abajo del lompa en invierno”, me detalló. Fue de noche, tarde, le agradecí y
me fui a dormir. Al otro día me fui a Necochea, pero esta flaca me quedó
rebotando en la cabeza y cuando me conecté, ella ya me había enviado un video
de música de una banda que no conocía y la invitación de amistad del Caralibro.
Ese intercambio fue iniciático, desinteresado de mi parte.
En un próximo chateo con ella, boquee
que después de La Actriz iba a hacer un posteo acerca de mi vieja, con
ilustración de Gustavo Sala y ella se sorprendió. Y yo sólo tenía eso de idea. Nunca
había hablado con Gustavo. Así que tuve que salir volando a contarle a Sala lo
que había pasado, y rogarle que me haga el dibujo “porque boquee, la bardee, y
voy a quedar como un salame”, le expliqué al dibujante. Pero Sala es grande y
generoso, y luego de una mirada que duró una eternidad en la esquina de Agüero
y Santa Fe, me dijo que sí. El equipo de los perdedores había sumado un punto
más y yo seguía en carrera.
La cordobesa era hermosa, un clon
terrenal de Pampita, y encima con buen gusto para la música. La verdad es que
veía sus fotos y notaba que tenía mucha noche y vida, y que una flaca así no me
podía dar bola. Su Liga no reconoce la existencia de mi Liga. Miraba sus fotos
de modelo y confiaba que no podía, que no tenía chance, que mejor era
considerarlo una anécdota de café. Pero el contacto siguió. Teníamos gustos y carreras
afines, ella comenzó a ver mi otro blog de viajes y comenzamos a hablar de todo
lo que teníamos en común. Pero igual yo seguía creyendo que le servía de
inflador anímico y nada más. Aunque la hacía reír seguido y me encantaba. Y
porque creo que dos personas que se ríen juntas tienen derecho a casi todo, le
pedí el teléfono para tenerla en Whatsapp.
Así fue que empezaron los mensajes
diarios por whatsapp, y su mensaje de cada mañana ya era lo mejor del día.
Conseguí que un amigo venga a mi casa y me ayude a rastrear el link más fácil
que se podía obtener para que viese una película que nos vinculaba. Últimamente
lo logramos, le envié el link y la hice ver HER. Éramos así, estábamos todo el
día conectados por Facebook y Whatsapp. Y lo paradójico es que yo odio hablar
por teléfono, y que me anden encima de cualquier medio, pero con ella era
distinto. Nos pensábamos todo el tiempo. Nunca era “hasta mañana”, era siempre
“hasta pronto”.
Un día le pedí llamarla y hablamos.
Esperaba al menos una voz ronca, o nasal, o de fumadora, no una voz tierna y
receptiva, pero así fue su voz. La primera vez que hablamos fueron 4 horas
seguidas, la siguiente fueron 3. En las siguientes y casi a diario, siempre en
un promedio de 2 horas. Me importaba un carajo la cuenta de teléfono y la
llamada a distancia. Era mi cable a tierra, no usábamos rótulos pero sentíamos
el vínculo, y uno se apoyaba en el otro. Yo igual seguía sin entenderlo. No
podía creer que una flaca tan linda, tan interesante, con tanta pasión, tantas
expectativas, de esas que se comen al mundo y al verlas crees que lo pueden
lograr, invirtiese su tiempo en mí.
Otro amigo me sugirió dar el próximo
paso: “¿Acaso no te la mereces? Volvé a ser Bruce Wayne”, y para mí era un
momento de opulencia, así que le sugerí ir a conocerla en Córdoba, con una
excusa de por medio. Ella me creyó a medias, los dos sentíamos lo mismo y así
fue. Contábamos los días y las horas. Coordinábamos qué íbamos a hacer cuando
esté en tal ciudad. Medimos y pensamos todo.
Finalmente me tomé un micro y siete
horas después me bajé en la Terminal. Ella había ido a otra, así que demoramos
en encontrarnos, pero me quedé parado como un soldado que acaba de bajar del
avión después de una guerra, a la espera de que su mujer lo vaya a buscar. Y
así fue. Aunque habíamos hablado y habíamos intercambiado fotos, cuando la ví
me sorprendí. Era más baja de lo que había imaginado, era más morocha de lo que
había visto, no es el estereotipo de mujer que me enloquece….y acá es cuando
generalmente en mis relatos todo sale mal y empieza lo gracioso, pero el
problema es que salió todo bien, porque nos miramos y me perdí. “Hola”, me
dijo, “no vamos a tranzar”, continuó. Sin embargo, dejé caer el bolso y nos
dimos un beso y se frenó el tiempo. ¿Se acuerdan de eso? ¿Recuerdan lo que es
quedar encapsulado con alguien? Besar a otro y que se detenga el tiempo, que
nada más importe, tener la ilusión de sentirte completo y en casa, y que todo
va a estar bien. No sentir sonido, tacto, estar envuelto en una burbuja,
solamente en el mundo estaba ella y yo. Todo mi control, todas mis manías,
todas mis estrategias, todo mi personaje, todo, todo a la mierda. En ese
instante empecé a creer que le gustaba y me gustó. Le di un beso en los labios
más definidos que bese en mi vida y sabía que había cagado fuego. Me di cuenta
que me gustaba demasiado y eso te lleva a perder el partido. No la conocía tan
bien, todas las palabras que habíamos dicho se tenían que traducir en
hechos…pero cuando te gusta alguien en serio es así: irracional. Estas hecho un
pelotudo o una pelotuda y no te importa absolutamente nada.
Con Ramona hablamos de ser piolas,
de ver películas y dibujos hasta la madrugada, de tener sexo con ganas, de
matarnos de risa, de cuidarnos las espaldas, de viajar y sacar fotos para mis textos,
de hacer todo lo posible para que salga todo bien. ¿Me embarqué demasiado
pronto y con demasiada intensidad? Claro que sí. ¿Pero vos qué hubieses hecho?
“Me haces reír sola como gila” era
una de las frases que me alegraba el día. No
me importaba estar en un trabajo infernal. Me importaba que me dijese “buen
día, chino”, todas las mañanas. En 3,6 billones de mujeres que hay en la
tierra, sólo me importaba ella.
Fueron días hermosos en Córdoba. Me quedo con el decirnos “never enough” ante
muchas cosas. De sus rulos enquilombados y de los verbos que nos decíamos en
inglés, porque decirlos en español le daban demasiado peso. Me quedo con algunas
escenas que ahora las veo como cómicas: como cuando le agarré la mano en la
calle para que ella me diga: “no, de la mano no, eso es de novios” y yo le
conteste “relax, te quería mostrar eso”, todo superado, para hacerla sonrojar
por haber saltado supuestamente tan a la defensiva (aunque la verdad es que sí
le quise tomar la mano para caminar juntos así). Me quedo con mi pánico de
comer un tostado o una pizza con ella, por miedo a que mi intolerancia a la
lactosa me traicione y no pudiese resistir un pujante flato.
También me quedo con la alimentación
necesaria, ese régimen de palabras lindas y besos que nutren mejor que
cualquier proteína. El hablar y el abrazo que es como el agua para las plantas.
Me quedo con nuestro rechazo al cautiverio y las escapadas a tomar aire. Y con
los cafés (donde ahí sí me agarraba la mano). Me quedo con su amor por las
bicicletas y el arte. Me quedo con mi intención de ser siempre un campeón,
atento y dejar todo en la cancha, todo el tiempo. Me
quedo con los Snickers y nuestra pasión por el helado, todos los días y a la
hora que sea. Me quedo con la promesa de ilimitadas noches de sushi, o de puré
instantáneo con salchichas.
Con el tiempo hubo un final. Pero el
final no fue por la distancia ni por la diferencia de edad, eso lo creo.
Simplemente no fue el momento indicado para estar juntos.
¿Y el resto? El resto y los demás
detalles un caballero no los debe mencionar. Suficiente es todo lo que uno pone
acá, suficiente la descripción tragicómica de ese destello, brillante, cegador,
breve y real.
Quizás esto sea para aprender.
Quizás la segundas partes, de lo que sean, nunca han sido buenas…pero El
Padrino 2 existe y ella no la vio. Quizás tengamos eso como excusa para vernos.
Quizás algún día nos volvamos a cruzar. Quizás ;)
Texto: Leandro Paolini Somers.
Ilustración: Alejandra Lunik.