Una vez por mes subiré alguna anécdota patética (donde yo le doy peso al adjetivo),
que contada suele ser graciosa y tipeada veremos cómo queda.

lunes, 16 de febrero de 2015

La Ecuatoriana Futbolera.

Sarah era ecuatoriana y jugadora de fútbol en el equipo de soccer de mi escuela secundaria. Empezó a venir a mi casa familiar como compañera de mi hermano y yo la ignoraba. Estaba demasiado concentrado en hacer mis cosas. Eso le generó un cierto interés, pero lo canalizó de la peor manera. Una vez frente a mis padres me dijo: “Y tú, tan seguro de ti mismo, me puedes saludar más seguido, no? Creído!”. “Leandro es tímido”, se metió mi vieja. Me estaban cascoteando el rancho por dos frentes. Eran dos mexicanas armadas y yo el Álamo. “Escuchame (le dije a la ecuatoriana) no te saludo tan seguido because I’m busy” (mentira, no la registraba…hasta ese día, y sí era muy tímido).
Al día siguiente ya me la cruzaba en los pasillos y me percataba de su existencia. Ella me sonreía, como el gato de Cheshire, a sabiendas que me había “humillado” frente a mis padres. Me pisaba la pelota como Riquelme contra Makelele.
“Oye, tú, argentino creído”, me encaró en el pasillo otro día.
-          “Jesus, what is your problem?” le contesté.
-          “Tú juegas futbol, no? Lo único que falta es que no juegues al futbol”.
-          “Si, juego…”.
-          “Ok, mejor. Entonces me puedes venir a alentar sabiendo algo. Necesitamos que nos venga a ver gente esta tarde. Juego de 5 a las 5”.
Se dio media vuelta y se fue. Después del colegio me quedé a ver el partido. Al mundo le dije que me quedaba a apoyar a mi escuela. El mundo no me creyó.
Llegó con el resto del equipo, y verla con el equipo de futbol puesto, y jugando, y que me desafiara así, me empezó a hacer click en la cabeza. Había entrado en el radar. Más allá del top que se dejó puesto cuando se sacó la camiseta, después del partido. Me acerqué a saludar (para que supiera que había ido) y gritó: “God, pero si vino ‘The One and Only’ a ver al equipo”, frente a todo el equipo, familia y fans. “Nice, te sobra clase, como siempre”, atiné a balbucear, mientras me retiraba pensando cómo siempre me madrugaba frente a todos. Me habían metido en una película de “prepa” y nadie me había avisado.
Empezó a llamar a casa para “hablar con mi hermano”, pero después siempre le decía “pasame con el genio de tu hermano que lo quiero molestar”. Y en una época sin Internet, básicamente “discutíamos” por teléfono, pero esa era nuestra manera de vincularnos al principio. “Oye, que estás siempre estudiando y entrenando sin relacionarte con la gente. “¿Qué te quieres convertir en Batman?”, me retaba.
Y así siempre, me bardeaba, yo mantenía mi centro, y el mundo sabía exactamente lo que estaba pasando menos yo. Me llenaba el área de centros pero yo estaba más ciego que… un murciélago.
Hasta que llegó mi último año y el baile de “Prom” (si como en la películas). Yo estaba enfocado en mis amigos, y en mí, y para el baile de fin de curso, decidimos alquilar una van e ir todos juntos (para evitarle el mal trago a los que no podían conseguir una cita, yo me incluía entre ellos). Fuimos al baile, bailamos siempre en banda, tomamos, nos fuimos a la playa con nuestros “tuxedos” y nos quedamos ahí hasta que salió el sol.
Desde ese día Sarah me dejó de hablar. Me enteré por mi hermano que estaba saliendo con su mejor amigo, un colombiano impresentable que lo único que quería en la vida era ser Marine. La empecé a extrañar, pero nunca más la llamé.
Terminé mi secundaria en Miami y con mi familia decidimos regresar a Buenos Aires. Antes de irnos, mi madre se me acercó y me dijo: “Te tenes que ir a despedir de Sarah”. “What? No, por favor”, le contesté con los humos de un pendejo creído de 17 años. “Haceme un favor personal y andá”, me terminó de decir la que sabía demasiado lo que estaba pasando. Mamá a veces se pone la cinta de capitán y te ordena en la cancha.
La cité en un shopping y vino, pero con cara de culo. Caminamos, hablamos pavadas, hasta que después de un rato le dije: “Me vuelvo a Buenos Aires…” y antes de poner el punto final en mi oración, la otra estalló en llanto y bronca: “Se suponía que yo te tenía que acompañar al baile de fin de curso, yo tenía que estar contigo para hablar de River y Emelec, y Star Wars, y todo lo que te gusta, imbécil, y ahora te vas!”. “Pero vos tenés novio…”, balbucee. “¡Porque nunca más me llamaste!”, me contestó. Me quedé helado. Me di cuenta que me gustaba. Me di cuenta que siempre me había gustado. No me quería ir, me quería quedar. Era el minuto 90 y la gente se estaba yendo del estadio. La miré, le quise dar un beso, pero se corrió porque vio que venían mis viejos a buscarme por un lado y su novio por el otro. Nos abrazamos. El mundo miró. Esta vez todos sabíamos lo que estaba pasando.
¿FIN?
Not really. Unos meses después de llegar a Buenos Aires empecé a recibir postales de The Lion King, firmadas por ella. Empezamos a mandarnos postales por un año…hasta que dejaron de llegar. La vida siguió pero siempre me quedó rebotando en la cabeza, así que a los dos años me fui a Miami de vacaciones y la llamé. Era un momento de Retrouvailles, de regreso y re descubrimiento amoroso.
-          “Estoy en Miami”, le dije.
-          “Fuck”, contestó.
-          What?
-          Mi marido se va a enojar.
-          ¿Marido?
-          Si, me casé el año pasado, con Juan.
Por eso había dejado de escribir. Pasó por el hotel con la excusa de tener algo mío que devolverme (algo que inventó), pero no vino sola, vino con el marido…el marine era su marca férrea.
Hablamos cortesmente los tres, de la secundaria, de la gente que conocíamos, agradecí que me haya guardado eso que me había “olvidado” y cada uno siguió su rumbo.
THE END?
Not quite. En 2011 suena el teléfono, atiendo, y me dicen: “Hey! Rastreé a tu madre por Facebook y me dio tu teléfono. Guess what? Me separé”. Casi me desmayo frente a mi concubina. Logré pilotear la conversación y el nuevo partido que empezaba. Me estaba separando yo también y me cayó justo un inesperado cambio de frente.
Como si no hubiesen pasado 15 años, volvimos a hablar casi a diario, y a estar conectados por Facebook. Y el octanaje de los llamados iba aumentando, porque ya estábamos grandes y ya sabíamos todo lo que tendría que haber pasado. Había sido “my high school sweetheart” y no le había tocado un pelo. Pero gracias a su audacia y su teléfono, había empezado a ver fotos de todo lo que me había perdido en más de una década. Más allá de que su cerebro me encantaba, fue instructora de Pilates y estaba mejor a los 30 que a los 16. Ya separado, me rodeé de un aura de voluntad, entré a la embajada de EEUU y tramité una visa de turista para volver a verla. ¡La Fuerza me acompañó y la obtuve! Ahora yo era Román y llevaba la pelota tranquilo por la banda.
Salí de la embajada, me senté en el cordón de la vereda y la llamé para preguntarle qué fechas le quedaban bien para que la vaya a ver: “Es mejor que no vengas”, me contestó. “Temo enamorarme y que te vuelvas”. No hubo caso, no importó la magia que tiré por teléfono, por mail, por Facebook, la número 5 dejó salir la bocha y no devolvió la pared.
¿AHORA SI ES EL FINAL?
Casi. Aunque ella sea del Emelec, e hincha del Madrid, no puedo evitar una reflexión amorosa que tiene que ver con el Barça:
¿Qué es el Barça? El equipo que mejor ha jugado al fútbol en la última década. ¿Cómo jugaba el Barça? Como hay que relacionarse en pareja. Para que haya sinergia con una pareja, tiene que haber equipo, los componentes se eligen bien, pero también juegan bien por química intrínseca. Además hay otras características: la actitud. El Barça toca, toca, hace pared, pared… y así hay que ser con una pareja. Hay que tener sacrificio, notar la química con el compañero, pared, pared, toque, toque, toque.
El Barça es bueno porque tiene paciencia, espera, toca para atrás, se re arma; y con las parejas hay que hacer lo mismo.
¿Y si no tenes pareja? La mentalidad es la misma, hay que jugar como en el Barça: hay que desmarcarse, picar entre las marcas, buscar al mejor compañero/a, vivir esperando el centro pero sabiendo dónde están con quienes uno quiere jugar.
¿Y si tenes una pareja que no va a ningún lado? Las marcas personales que no te dejan jugar como uno quiere, hay que sacárselas de encima, aunque cueste. Basta de la gente que no te devuelve la pared, basta de remarla demasiado, pared, pared, pared.
Y a la hora de jugar, no hay que tener mala leche. Hay que ser elegante, nada de golpes bajos ni patadas. Que jueguen así los otros, el Barça es elegante, mágico, sin mala leche.
Y el Barça no es el mejor porque sí. Los jugadores tienen que entrenar para ser los mejores. Hay que hacer los deberes. No hay que sobrar a los compañeros, ni a la jugada.
¿Pierde el Barça? Claro que sí, todos tenemos partidos malos, pero en general dejan todo, y eso es lo importante. Son comprometidos con el buen juego y con sus compañeros, como nos tenemos que comprometer con nuestras parejas y el buen juego.
¿Se pueden tentar uno y bardearla? Seguro, pero cuando el karma te pase factura y te des cuenta que terminaste jugando para la Real Sociedad, a no quejarse. Tenías el equipo y la bocha, y la bardeaste…
¿Podemos todos ser jugadores del Barça? Y no, pero eso no quita que uno no pueda tener esa filosofía y evitar tragedias amorosas cuando uno se enfrenta a un catenaccio del amor. Si la pareja o candidata no juega como vos querés; ese partido no es para vos.
Viva el toque, el sacrificio, la pared, la jugada de memoria, la paciencia, la calidad, la magia. Basta de la mala leche, la especulación, la miseria, el golpe bajo, lo burdo.

Al principio yo no sabía de qué jugaba. Estaba en Juveniles. Después pedí salir a la cancha pero seguí en el banco de suplentes. Finalmente, Sarah pidió la pelota, y cuando el balón iba en camino la dejó pasar y que se vaya afuera. La cobardía es imperdonable y la falta de actitud también.
Hay que seguir buscando, sentir a la pareja y moverse de manera acorde. Si la bocha queda larga, hay que picar e ir por ella, si la bocha queda corta, hay que poner el cuerpo, y toque, toque, toque.
Ahora sí: FIN.

La próxima vez que salgas a la cancha, ¿De qué manera vas a jugar? ;)



Texto: Leandro Paolini Somers.
Ilustración: Dante Ginevra.