Una vez por mes subiré alguna anécdota patética (donde yo le doy peso al adjetivo),
que contada suele ser graciosa y tipeada veremos cómo queda.

domingo, 29 de marzo de 2015

El Trío.

Natacha fue mi amiga amante por 8 meses. La dinámica era casi perfecta: yo escribía, viajaba, trabajaba y cada tres semanas nos veíamos y nos matábamos. Funcionaba. Estaba todo bien, aunque yo ya sentía que venía un declive o un intento suyo de noviazgo. Ella en varias instancias me quería decir algo y luego no me lo decía. Con un “olvidate”, tapaba todo. Yo ya me preparaba a recitar el pergamino de por qué no era un buen momento para estar de novios, etc. Sin embargo, un día me dijo: “Lei…te quiero decir algo y no se cómo lo vas a tomar”. Como hacíamos cualquiera…yo ya pensaba que estaba embarazada, o que se había enamorado, o que quería ser más normal y dejar de hacer cualquiera….pero me dijo: “Estoy pensando en hacer un trío”.
Quedé en estado de shock, supuse que no me estaba hablando de armar un coro porque sabía que no tengo demasiado corazón para hablar temas en serio, y por otro lado me estaba jugando la carta que siempre esperé: la de armar un trío con alguien. Muchachos, compren champagne que se viene una fiesta…
De todas formas, automáticamente pensé que iba a querer hacer un trío con algún flaco que yo no conocía, y ya me imaginaba transpirando al lado de un chabón desconocido que se iba a estar clavando a una divina a la que sólo me garchaba yo…pero no, me dijo: “Tengo una amiga que me propuso acostarse conmigo y como es muy amiga, no sólo me da cosa, sino que si hacemos un trío con vos, me sentiría más cuidada”. Mi cara de póker y mis “aha”, no representaban la fiesta interna que tenía en la cabeza. Tenía ganas de dar vuelta la mesa, empezar a festejar a los gritos y pedirle disculpas a Dios por no haber sido creyente todos estos años; pero me contuve y sólo dije: “Claro, lógico, como no”. No la podía creer.
Me comentó que su amiga Laura siempre se sintió atraída a las mujeres pero que con ella tenía algo en particular, y ya que también le gustaban los hombres, y habían hablado bien de mí, no le parecía ilógico incluirme en esta experiencia de menage…Yo seguía con mis “aha”, y otros “lógico”, seguido de un “esto es algo que hay que hacer bien, consensuado, nos juntamos, tomamos algo, yo si quieren casi ni interactúo pero si vos querés que yo intervenga, como cortina con tu amiga, me haces un gesto y yo intervengo”. Ella me confesó que le intrigaba todo, pero que le gustaba el morbo de compartirme con una amiga, aunque no le atraía la idea de estar con su amiga. Yo como el mejor cómplice le prometí que sólo me importaba que ella esté bien, que ella se sienta cómoda, que su amiga esté cómoda, estar en el medio sólo para cuidarla. La verdad es que ya no sabía qué más decir para enfiestarme a las dos amigas.
Pasó el momento de confesión y nos avocamos a lo que hacíamos cada tres semanas, en casi exclusividad. Luego de estar juntos y antes de irse (en tiempos antes de Facebook), me dice: “Te voy a dar el teléfono de Laura para que la llames y hablen, así es todo menos brusco”. Así que cuando Natacha se fue, llamé a Laura para ver cómo podía manejar esta situación. Laura me atendió y luego de algunas presentaciones y chistes, el diálogo fue algo así:
-         “¿Entonces vos no tenés problema que yo participe?”.
-         “Mirá Lea, yo quiero estar con Nati, y ella siempre habla bien de vos, asi que si eso es lo que tengo que hacer, eso es lo que haré”.
Su comentario me pareció demasiado cómplice, casi masculino…así que traicionando cualquier aprecio que tenía con Natacha le dije a Laura:
-         “Vos sabés que ella está dudando y que se puede echar atrás, ¿no?”.
-         “Sí, lo re sospecho”.
-         “¿Puedo ser frío un rato?”.
-         -“Sí, decime”.
-         “Yo no te conozco pero ya me caes bien. Me quiero acostar con las dos. Decime cómo hago yo desde mi lado para que Natacha no se eche atrás”.
-         “Sos un genio. Frío y calculador, pero un genio. Tenemos que desdramatizar constantemente mi peso en esta experiencia. Como si yo fuese una testigo, aunque vos sabés que no va a ser así”.
-         “¿Y tenés drama que yo quiera estar con vos?”.
-         “No es mi prioridad, pero no es un problema, vamos viendo”.
Y así, como quien confabula cómo atacar a un amigo en un partido de TEG, con Laura nos hicimos cómplices para el trío.
Llegó el fin de semana acordado y vinieron las dos a casa. Pacté con Laura que ella llegue primero para hablar bien entre los dos, y evitar la presión de compartir el viaje con Natacha. Vivían cerca. Llegó Laura, nos pusimos a tomar y casi éramos dos amigos que planeaban voltearse a una mina. Creo que tengo un sector del infierno reservado con nombre y apellido. Llegó Natacha y le agradó que Laura ya hubiese llegado. Nos pusimos a tomar los tres. En un momento le hice un gesto a mi cómplice para que se siente lejos de Natacha y yo. Seguimos hablando con Natacha y empezamos a chapar. Las luces ya estaban tenues y yo con la mano le hacía señas a Laura que espere. Mi intención era llevar a Natacha a la cama, y con todo casi consumado, sumarla a Laura como una paracaidista en medio del baile. Seguimos transando, estábamos al borde de la habitación…y Laura no resistió, se acercó a los dos y ante el mínimo roce con Natacha, la otra saltó y dijo: “No puedo, no puedo, no puedo…”. Seguido de un brote nervioso donde se puso a llorar y miraba a su amiga y le decía: “Vos sos mi amiga, cómo querés tener algo conmigo”. Yo quería matar a Laura por haber operado fuera de la estrategia diseñada, pero quería ver si podía remar la situación. Laura sólo le decía “No pasa nada, no pasa nada”. Pero era todo muy evidente y torpe. “Lea, pedime un remis”, dijo Natacha. Yo me quedé callado y Laura saltó con un “no para”, a lo que Natacha gritó un “¡No me puedo quedar!” y se encerró en mi cuarto.
La miré a Laura como cuando un director técnico mira a uno de sus jugadores cuando se hace sacar una tarjeta roja y deja al equipo en desventaja. Entré a mi habitación, traté de consolar a Natacha pero ella estaba inflexible. “Llamame el remis, me quiero ir”, fue lo único que repetía. Salí de la habitación y le dije a Laura: “Ni se te ocurra ir con ella. Bancá”. Llamé al remis y vino. Natacha se fue. Nos quedamos con Laura en silencio tomando algo, pero como soy hombre y obvio le dije: “¿Y si garchamos nosotros?” (como quien dice “¿Y si salimos a caminar?”) a lo que ella me respondió: “Me interesaba Natacha, vos sólo eras un accesorio”. Accesorio. Me han dicho muchas cosas en la vida (la mayoría malas), pero nunca “accesorio”.
Cuando Laura me dijo: “Me voy a tomar el colectivo”, me ofrecí a acompañarla hasta la parada. Caminamos en silencio hasta que empezamos a hablar y analizar qué había salido mal. Como cuando uno analiza por qué uno se comió una goleada jugando al fútbol. “A la larga no quería. Yo entré a destiempo, tenés razón, pero peor hubiese sido si le agarraba una crisis cuando estabamos todos en bolas”, me dijo Laura con la cabeza gacha. Sentí un poco de pena por ella y le dije: “No es culpa de nadie. No salió. Queríamos tener una experiencia y no se dio. Ya fue”. Llegó su colectivo, me despidió con un abrazo y se fue.
Toda la situación me dio algo de hambre. Así que el único trío que tuve esa noche, fueron los tres súper panchos de Peter’s que me comí antes de volver a dormir solo a casa (uno sin nada, uno con criolla y otro con salsa cheddar; pocas papas pai en todos).
P.D: Natacha convive hace años con un flaco que tiene una fábrica y Laura convive con un chef francés. Siguen amigas. Nunca más las ví.

Yo escribo un blog.


Texto: Leandro Paolini Somers.
Ilustración: Colorada Majox.