Creo
que nos empezamos a gustar haciendo cuchara en un simulacro de bombardeo. Soy
periodista y lo saben, lo que quizás no sepan es que la especialidad que más me
convoca es la de Periodista en Zona de Conflicto. Hasta hace unos pocos años, la O.N .U daba cursos con
especialistas, en distintas partes del mundo; con el objetivo de capacitar a
los colegas que quisiesen tener esa especialidad. Todos los años en un país
distinto. La tradición marcaba que los que vivían en ese país pagaban con
moneda local y los extranjeros lo hacían en dólares. Cuando me enteré que este
curso existía, y se iba a dictar en Buenos Aires, no dudé y me alisté. Y no me
equivoco en el uso del verbo. Para realizar el curso había que vivir una semana
entera en cuarteles militares que tiene Naciones Unidas en Argentina, y convivir
con cascos azules. Dormíamos seis horas, desayunabamos con los militares
argentinos de la O.N .U,
teníamos instrucción teórica por la mañana, un almuerzo en la cafetería
militar, instrucción teórica por la tarde e instrucción práctica por las
noches. Y se dormía con un ojo abierto porque se amenazaba con simulacros de
evacuación. Todas las noches. En ese contexto conocí a Itzal.
Yo
estaba para entrenar y estudiar ahi. Estaba bastante enfocado. Interactuaba mayormente
con un periodista mexicano que finalmente triunfó en Argentina y otro colega
colombiano con quien todavía nos debemos unas cervezas en alguna parte del
mundo.
Como
soy auxiliar de Cruz Roja y estoy siempre en forma, las partes prácticas no me
costaban. La lectura de contenidos tampoco. Yo me sentía en mi salsa. Mi papá
fue militar un tiempo y no me crió, me entrenó. Rodeado de milicos de los
buenos (de la O.N .U,
asi que ponele), especialistas en cada disciplina (cómo moverse en una zona
bajo fuego, cómo ser un periodista embedded,
cómo negociar con los militares y las agencias de prensa) y con colegas de
todas partes del mundo - con quienes hablaba de todo: desde comida hasta sexo –
me sentía muy a gusto. Con la parte práctica de moverme e interactuar con
colegas y hasta capitanes, no me pesaba la camiseta. Itzal sí estaba más
retraida en el aspecto físico y social. Se la veía más segura en lo teórico o
cuando podía dar órdenes. Ahí vi una grieta en la armadura. La vasca me
interesaba, me parecía extrañamente atractiva, además de ser un cerebro con
patas. Me gustan las mujeres con quien puedo hacer un ping pong mental y que en
algunas jugadas me dejen sin palabra, o sin pelota. No siempre voy atrás de la
que está buenísima.
Un día
la vi descansar en una de las salas de estar con una campera de jean puesta,
con un símbolo etarra pintado. Ahí tenía otra grieta. Como tengo algo de sangre
irlandesa, sería hipócrita negar que parte de mi familia ha apoyado al I.R.A.
Asi que algo de experiencia tengo en lo discursivo vinculado a la resistencia
guerrillera urbana. Encaré haciéndole notar que yo sabía qué significaba la
bandera pintada en su chamarra, y que respetaba el coraje que tenía de usarla
en público; y sobre todo en un ambiente militar y de la O.N .U. Se ve que le llamé la
atención en que sabía esa información, o que simplemente la encaré cuando
estaba aburrida. No es fácil decodificar qué piensan las mujeres
verdaderamente. Hace años dejen de intentarlo.
Durante
el curso yo hacía mi vida, entrenaba, estudiaba, me reía con los flacos y con
los milicos de ahí, pero a la distancia la medía a lo Costner en The Bodyguard. Cuando iba a tropezar en
una entrenamiento, la empujaba y la aguantaba con un “let's go, move“, y desaparecía a ranchear con mis camaradas, mi
Team 7. Cuando la veía muy sola, aparecía y le dejaba un café, “Here, te va a hacer bien, no te olvides
de dormir vestida, tener los zapatos al lado de la cama y la mochila lista al
lado de la puerta, por si hay simulacro de noche. Si vienen, vienen tipo 4 o 5 a .m. Cuando uno está más
dormido. Si después de las 6 no vienen, dormí tranquila hasta el desayuno“. Y
desaparecía con mis amigotes. Yo tutoreaba. Han Soleaba. Nunca mostrar que te
encanta. Nunca.
En el
vínculo con las mujeres tengo mis reglas. Mi viejo me enseñó que hasta los
ladrones tienen códigos. O quizás fue un pibe llamado LeBeau. Pero bueno, por
ejemplo, no me vinculo con mujeres casadas. Es para quilombo grosso. No miento.
Quizás omita información, pero no te voy a decir rojo si se que es negro. Soy
buen anfitrión y la vamos a pasar bien. No te voy a prometer la luna porque
seguramente no te la pueda dar. Con Itzal sabía que era para pasarla bien.
Adentro o afuera de los cuarteles. No me veía noviando. Sabía que en breve ella
volvía a España. Las relaciones a distancia no funcionan. Sin embargo, ¿por qué
privarse de unos momentos de felicidad si sabés que se va a acabar? Para eso
nunca tengas un perro, porque newsflash: a los diez años se te muere. Disfrutá
el estar.
Anyway,
en clase la vasca se daba vuelta cuando yo decía algo gracioso o algo que le
parecía interesante. Yo recordaba a In
the Line of Fire y cuando la vi darse vuelta varias veces pensé: cagaste, you're hooked.
Así
fue que un día finalmente vino el simulacro de evacuación del cuartel, a mí no
me agarró desprevenido y a la vasca más o menos, por su cara de dormida. La
crucé en el pasillo, la ayudé con su mochila y la acompañé hasta una zona que
simulaba ser segura, donde nos metieron en carpas y nos tiraron bombas de
estruendo toda la noche para que aprendamos a movernos repentinamente y nos
instruyamos en lograr dormir con un bombardeo afuera. Aunque sabíamos que era
mentira, Itzal (quizás por su infancia en el País Vasco) tenía miedo. Fui
caballero pero hice una jugada arriesgada y le dije que podíamos compartir una
bolsa de dormir. Se metió en mi bolsa. Yo pensaba: “si me la garcho en el
simulacro de bombardeo, soy un genio“. Pero no. Cuchareamos y ahí fue que noté
que algo más podía ocurrir cuando saliesemos de los cuarteles.
A los
pocos días terminó la instrucción, nos dieron los diplomas, nos sacamos la foto
de grupo e intercambiamos emails, porque Facebook todavía estaba en pañales. A
los pocos días le mandé un mensaje de texto: “¿Podés dormir?“. “No, ¿tú?“.
“Tampoco“. La adrenalina de esa semana todavía la teníamos en las venas, o las
ganas de vernos. Estaba todo muy claro. Ella me invitó a cenar, yo llevé algo
para beber...y nunca terminamos el pollo al horno que empezó a hacer. ¿Gran
triunfo? No necesariamente...Así como el hombre a veces puede fallar y lucha
contra el Síndrome Soga, con las mujeres también tenemos el pavoroso drama de
la muertita. Con Itzal hice todo el fore-play
que tenía que hacer, pero a la hora de estar unidos, ella se quedaba quieta
como una rama caída. No se debe preguntar: “¿Todo bien?“, post coito porque da
inseguro, pero como esta flaca no hacía nada, nada, lo tuve que preguntar. Me
constaba que había acabado varias veces...but
she simply didn't move, or moan, or shout. Nothing.
Lo
atribuí a los nervios de la primera noche y lo volvimos a hacer en la mañana y
nada, como mucho le saqué un respiro profundo, y un “es el mejor polvo que me
han 'echao desde que llegué a Buenos Aires“. Pero de palabras no vive el hombre
y yo quiero rock. Este equipo no tiene intercourse, I fuck.
Después
de una ducha (también tibia, en todo sentido), fue a buscar facturas y el
diario. A mi me compró las facturas que más me gustan y además de Página 12 me
compró La Nación, porque sabía que leía las dos puntas del espectro. Tuvo
gestos geniales, pero sus acciones estaban cayendo estrepitosamente. Nos vimos
algunas veces más y todo fue igual. Cuando me di cuenta que me interesaba
hablar más de política exterior post coito, que de tener sexo fue cuando me di
cuenta que era hora de tirar la bomba de humo y desaparecer. No tuve que
hacerlo. Un día me llamó por teléfono y me hizo una escena telefónica de que
cómo podía pasar días sin mandarle un mensaje siquiera, que ella siempre pensaba
en mí, etc. Nos juntamos pero por las caras largas las cartas estaban hechadas.
Ella quería más, quería una pareja en Buenos Aires y yo (por razones varias) no
podía darle lo que necesitaba. Fui lo más claro posible pero omití los detalles
que la pudiesen herir. Nunca te voy a mentir pero no me pidas que no omita
información para no herirte más. Hablamos bien y nos despedimos como amantes y colegas
de una guerra que no fue.
Epílogo:
A los pocos meses yo viajaba a Canadá, a la boda de uno de mis mejores amigos
(algo de lo que ya relaté y es parte del Leaverse). En el asiento de atrás
había alguien con una boina celeste de la O.N .U. Lo miré bien y era uno de los sargentos
con los que había entrenado:
-
“Sargento, buenas noches“, dije.
-
Disculpá, ¿de dónde te conozco?
-
C.A.E.C.O.P.A.Z, el año pasado.
-
Claaaro, vos andabas con la vasca.
-
¿Tanto se notaba?
-
Sí, pichón. ¿A dónde vas?
-
A una boda, en Vancouver.
-
Yo voy a entrenar en Halifax, con menos
54 grados.
-
¿Menos 54? Wow, tengo que ir, haha.
-
Se volvió a España, sabés.
-
Supongo.
-
Se hubiese quedado por vos.
-
Sargento...
-
Todo bien, ella vive para su trabajo con
los refugiados y vos te vas a una boda pero también te gustaría venir a conocer
Halifax porque te tentó la aventura de los menos 54 grados, y yo voy a entrenar
ahí en serio. Somos lo que somos.
-
Amén, sargento. Si me necesita estoy en
el asiento de adelante, hehe.
-
Igualmente, pichón.
“Timing is the essence of success“, Kevin Johansenn.
Texto: Leandro Paolini Somers.
Ilustración: Hernán Ricaldoni.