Una vez por mes subiré alguna anécdota patética (donde yo le doy peso al adjetivo),
que contada suele ser graciosa y tipeada veremos cómo queda.

domingo, 26 de abril de 2015

Susanita.

Su nombre verdadero ya no importa, pero en “La Mesa de los Galanes” (el grupo de hombres con quienes almorzaba todos los días en el trabajo) le habíamos puesto de sobrenombre: Susanita (por el personaje de Mafalda).
Susana era administrativa en una empresa donde yo daba clases de inglés y hacía traducciones. Era mi alumna. Era muy atractiva, muy sexy, muy fresca, muy pizpireta. Pero también era muy tana, bastante conservadora en su discurso e incluso en su forma de vestir. Era una contradicción con patas…terribles patas. El tema es que Susana había hecho natación muchos años y tenía un lomazo, al borde de que los jeans y las camisas le fuesen a explotar a cada segundo. Susana podría haber sido vedette de teatro de revista en la Avenida Corrientes. Era un hembrón. Sin embargo, siempre se declaraba sola y se quejaba de la falta de hombres. Era tradicional, pero vivía infiriendo cuestiones sexuales después de los fines de semana. Jamás le hubiese prestado atención porque es el tipo de mujer que creo nunca me daría bola. Mi radar la captaba, pero su cuerpazo con espíritu Susanil me hacía ignorarla.
Un día llego a mi escritorio y me encuentro con la letra manuscrita del tema de Miranda, “El Profe”. En el encabezado decía “Quiero que seas Mi Profesor”. La canción dice cosas como:
Yo quiero ser tu profe mejor dicho profesor,
el que te enseñe del amor,
lo que sabes y disimulas.
Quisiera que me mientas cuando pregunte tu edad.
Quiero volverme tan vulgar…
Voy a engañarte, tonta,
sólo para tocarte un poco!”
Tenía cerca de 50 alumnos e interactuaba con otros 100 empleados, pero creí conocer la letra manuscrita. No lo podía creer pero intenté comprobar lo que mi cerebro me decía y mi baja autoestima no entendía.
Estuve más de una década en dicha empresa y tenía amigos en todos lados. Me acerqué al escritorio de una secretaria, en el piso donde trabajaba la que sospechaba era la autora de tal declaración, y le dije a mi cómplice: “¿De quién es esta letra?”. “De la tana”, me contestó, tapándose la boca en un shock de sorpresa. “Vos no viste nada, o se entera todo el mundo del archivo de Recursos Humanos” (alguna gente nace para espía y sabe mantener un secreto, a otros hay que chantajearlos con los secretos que yo sabía guardar). Mi cómplice no dijo nada y aún hoy guardo el secreto de lo que hizo en ese archivo de Recursos Humanos.
Continué mi devenir diario como nada. Susana había definitivamente entrado en mi radar, un poco porque estaba muy fuerte y otro poco porque ahora yo le interesaba. Aunque ella no sabía que yo sabía, y la duda y que yo la ignorara la estaban matando. No resistió mucho más. Para mi cumpleaños me hizo un cartel que decía “Feliz cumpleaños”, en fibras de colores, una letra de cada color. Eso en mi barrio es dedicación y amor. Asi que empecé a flirtear a sabiendas de que por más carteles y cartitas que me hiciese, era un minón y quizás no me diera bola, y todo quedaba en un caso más de histeria; sobre todo con las advertencias de la Mesa de los Galanes que me decían que era una loca. Pero las locas son tan divertidas...
Ella me gana de mano y me invita a salir en grupo con la gente del trabajo. Decliné la invitación porque no quería salir con gente que no fuese de mi confianza y no quería que me histeriquease en público. Prefería que lo hiciese conmigo, sola en un bar. Dejé pasar la oportunidad…y a la semana me echaron. Después de reponerme del duro golpe, me puse a pensar cómo contactarla sin caer en el papel de víctima que lo echaron. Decidí hacerme el superado y me puse en contacto con ella vía Facebook, pero ya se había enfriado todo. Una oportunidad desperdiciada más y van…
Pasaron unos meses, me puse de novio con una flaca, por diferencias irreconciliables entré en un impasse y un día sonó el teléfono: era Susanita. La cité en un bar, cambié las sábanas, limpié el baño con Cif, ordené el departamento por las dudas, compré forros pero no los llevé conmigo porque eso trae mala suerte, me alimenté bien antes porque sabía que ella tenía mucho aguante tomando alcohol, y cuando nos vimos empezamos la danza de preguntas de en qué andaba cada uno, cubierto con una fina capa de histeria. De ambos, debo reconocer. Ella porque ya era así y yo por querer controlar el partido, y no mostrarme muy entregado, aunque se diesen vuelta todos los meseros del bar irlandés.
Después de media hora de contarme cómo había terminado con un ex, comenzó con comentarios como: “Con mi familia hacemos vino patero los fines de semana, ¿Cómo te ves pisando uvas?”, “Uy, ya veo que me voy a tener que ver todas las películas de X-Men y estudiarme todos sus poderes para estar con vos”…ese tipo de comentarios…y yo no le había tocado una teta aún. Me acordé mucho de la Mesa de los Galanes.
Decidí que Susanita había terminado una relación y quería rápidamente empezar otra, y por alguna razón yo era candidato a eso. No me veía pisando uvas los fines de semana, por más buena que estuviese. Elegí tomar más y hacer que tome más y dejar esta primera salida como una introducción, con la promesa de una segunda en casa. Y mientras tanto ganaba tiempo y pensaba qué hacer.
A la semana mi ex me llama para que pase a buscar algunas cosas mías por su casa. Fui y… nos reconciliamos un tiempo. Estuve toda la noche bailando mambo horizontal y no me fijé en el teléfono. A la mañana siguiente, lo miré y tenía 5 llamadas perdidas de Susanita, en intervalos de 10 minutos...
La primera decía: “Hola Leo, es sábado, quiero saber si voy a ir a cenar a tu casa” (no habíamos quedado en nada). Seguido de: “Hola Leo, no se si escuchaste el mensaje anterior, te quiero ver, fijate”. El tercer mensaje de voz decía: “Leo, quiero verte, llamame”. El cuarto: “Leo, yo dejé a mi ex para ir a tomar algo con vos, te puse muchas fichas y ahora no me contestás”. El quinto ya fue a los gritos y llorando: “Leo, sos cualquiera, me prometés algo y te borrás, te puse muchas fichas pero no da, que te vaya bien en la vida”. Todo cada 10 minutos. No habíamos quedado en nada.
La llamé para ver cómo estaba o intentar recibir una explicación semi racional, pero nunca me contestó los llamados, y cuando llegué a casa me di cuenta de que me había bloqueado de Facebook.
Su espíritu de Susanita me bloqueó todas las ganas que tenía de estar con ella esa noche en el bar, donde claramente dormí. Sus ganas de hacer vino patero con alguien, lo antes posible, le jugaron una mala pasada. Por lo menos no tuvo que aprender que Polaris tiene poderes magnéticos...(¿?).


Texto: Leandro Paolini Somers.
Ilustración: Aleta Vidal.