Una vez por mes subiré alguna anécdota patética (donde yo le doy peso al adjetivo),
que contada suele ser graciosa y tipeada veremos cómo queda.

martes, 22 de septiembre de 2015

La Mujer Fantasma.

Romina en el secundario y otra Romina en la facultad. Ambas eran hermosas, altaneras, distantes, etéreas e inalcanzables.
Cansado de las mujeres intangibles, uno vuelve a vincularse con las reales, pero no puede dejar de pensar en aquellas divinidades vestidas de femme fatale que uno llegó a rozar.

Las mujeres reales son menos enigmáticas, más vulnerables, más tangibles, menos ideales, más aburridas. Es inevitable que con el tiempo uno deje de mirar humanas y vuelva a pensar en esas construcciones casi holográficas que uno busca: lindas, que hablen idiomas, que viajen, que tengan gustos y actividades, que acompañen, que se vistan bien, que sean presentables, que tengan amigas y amigos, que sean cultas, que cojan sin límites, que tengan una vida. Esas que uno por el rabillo del ojo ve en el subte, en el colectivo, en el trabajo, en la facultad, en la calle, o por las noches en un bar. Estas mujeres-espectro son siempre resbaladizas, están y no están (como el gato de Schrodinger), e incluso en una noche en las que se encuentran en nuestras sábanas, cuando te dicen que les gustás mucho, que no pueden creer que al fin apareciste, que siempre van a estar, que quieren vivir con vos y meter un viaje fuerte por año, etc., vos escuchás y disfrutás, y tratás de sostenerle la mano caminando por Palermo aunque sabés que se te está escapando, y que sus palabras son sólo cantos huecos, como los de las sirenas que años atrás escuchó Ulises.
Vos sabés, y eventualmente dejás de ver visiones y buscás realidad. Y aparece una mujer en serio, una que te hace olvidar a las inmateriales y salís con ella. Te enganchás, discutís, garchás, mirás la tele, paseás su perro, compartís comidas y partidos de fútbol tapados con una frazadita verde…y de a poco comenzás a notar que se cansa, que duerme la siesta mientras vos entrenás, que le da lo mismo ver una u otra película, que se queja, y te das cuenta que es demasiado real y es el comienzo del fin.
Con mi última ex, la mejor, la única con la que hubiese formado una familia, nos separamos por querer demasiadas cosas distintas. En el final, uno en paz aunque triste, le dije: “Nuestro problema también es que estamos enamorados de fantasmas. De un ideal. No estamos bien con nadie porque siempre buscamos al fantasma que tiene todo lo que queremos que tengan”.
No lloramos, hubo un abrazo eterno y a mí se me cayó un “I don’t wanna let go”, y ella le puso cordura a todo, como siempre, con un “We have to”.
Ella vive en las montañas, como quería. Yo algún día viviré frente al mar, como quiero. Nos llevamos bien. Dejó la vara muy alta.


No vayamos atrás de fantasmas. Son ecos de una realidad. Se ven y no se ven. Son un remanente de algo que ya no está. Son construcciones intrigantes, bellas y atractivas, pero no son reales. Ya sean vistas por el rabillo del ojo, estén presentes en un recuerdo o atrapadas en un celular. Son la píldora azul, son el OS1.
Las mujeres fantasma son un proyecto de lo que habría que buscar, pero lo real es lo que hay que encarar. Si no podemos convivir con diferencias, lo distinto, lo humano, lo falible, lo espontáneo, es hora de buscar un lindo rincón para comprarse y poner un helecho en nuestras casas, para que le hagan compañía a nuestras neurosis y los espectros ideales que acompañan pero no están.

El amor es la entrega total. Muchos seres vivos no pueden amar. Los fantasmas definitivamente no pueden dar todo. Los fantasmas no se vuelven tangibles. Andá a caminar de la mano de un humano.


Texto: Leandro Paolini Somers.
Ilustración: Fer Gris.