Una vez por mes subiré alguna anécdota patética (donde yo le doy peso al adjetivo),
que contada suele ser graciosa y tipeada veremos cómo queda.

martes, 9 de diciembre de 2014

La Cordobesa.



“Una de las consecuencias de vivir en tiempos modernos es que ya no hay dragones, ni demonios contra quien luchar, ni princesas para rescatar”.

Stephen Rauch.


Cuando empecé este blog fue para escribir un poco de humor. Así fue que con la ayuda de un amigo armé la estética del blog, con una amiga hice las primeras ilustraciones y mediante esa amiga conocí a…Ramona (llamémosla así), mi primer fan desconocida del blog. A Mis 76 Mujeres le debo mucho: me devolvió una cierta disciplina prosaica, afianzó mis lazos con muchos ilustradores, me devolvió la práctica de intentar escribir humor, y me hizo conocer a la cordobesa. Ese último mero hecho justifica la existencia de este blog.

Me escribió por outbox en Facebook para felicitarme por el blog, y por cómo la había hecho reír el posteo de La Actriz. “Viva el pijama abajo del lompa en invierno”, me detalló. Fue de noche, tarde, le agradecí y me fui a dormir. Al otro día me fui a Necochea, pero esta flaca me quedó rebotando en la cabeza y cuando me conecté, ella ya me había enviado un video de música de una banda que no conocía y la invitación de amistad del Caralibro. Ese intercambio fue iniciático, desinteresado de mi parte.
En un próximo chateo con ella, boquee que después de La Actriz iba a hacer un posteo acerca de mi vieja, con ilustración de Gustavo Sala y ella se sorprendió. Y yo sólo tenía eso de idea. Nunca había hablado con Gustavo. Así que tuve que salir volando a contarle a Sala lo que había pasado, y rogarle que me haga el dibujo “porque boquee, la bardee, y voy a quedar como un salame”, le expliqué al dibujante. Pero Sala es grande y generoso, y luego de una mirada que duró una eternidad en la esquina de Agüero y Santa Fe, me dijo que sí. El equipo de los perdedores había sumado un punto más y yo seguía en carrera.

La cordobesa era hermosa, un clon terrenal de Pampita, y encima con buen gusto para la música. La verdad es que veía sus fotos y notaba que tenía mucha noche y vida, y que una flaca así no me podía dar bola. Su Liga no reconoce la existencia de mi Liga. Miraba sus fotos de modelo y confiaba que no podía, que no tenía chance, que mejor era considerarlo una anécdota de café. Pero el contacto siguió. Teníamos gustos y carreras afines, ella comenzó a ver mi otro blog de viajes y comenzamos a hablar de todo lo que teníamos en común. Pero igual yo seguía creyendo que le servía de inflador anímico y nada más. Aunque la hacía reír seguido y me encantaba. Y porque creo que dos personas que se ríen juntas tienen derecho a casi todo, le pedí el teléfono para tenerla en Whatsapp.

Así fue que empezaron los mensajes diarios por whatsapp, y su mensaje de cada mañana ya era lo mejor del día. Conseguí que un amigo venga a mi casa y me ayude a rastrear el link más fácil que se podía obtener para que viese una película que nos vinculaba. Últimamente lo logramos, le envié el link y la hice ver HER. Éramos así, estábamos todo el día conectados por Facebook y Whatsapp. Y lo paradójico es que yo odio hablar por teléfono, y que me anden encima de cualquier medio, pero con ella era distinto. Nos pensábamos todo el tiempo. Nunca era “hasta mañana”, era siempre “hasta pronto”.

Un día le pedí llamarla y hablamos. Esperaba al menos una voz ronca, o nasal, o de fumadora, no una voz tierna y receptiva, pero así fue su voz. La primera vez que hablamos fueron 4 horas seguidas, la siguiente fueron 3. En las siguientes y casi a diario, siempre en un promedio de 2 horas. Me importaba un carajo la cuenta de teléfono y la llamada a distancia. Era mi cable a tierra, no usábamos rótulos pero sentíamos el vínculo, y uno se apoyaba en el otro. Yo igual seguía sin entenderlo. No podía creer que una flaca tan linda, tan interesante, con tanta pasión, tantas expectativas, de esas que se comen al mundo y al verlas crees que lo pueden lograr, invirtiese su tiempo en mí.

Otro amigo me sugirió dar el próximo paso: “¿Acaso no te la mereces? Volvé a ser Bruce Wayne”, y para mí era un momento de opulencia, así que le sugerí ir a conocerla en Córdoba, con una excusa de por medio. Ella me creyó a medias, los dos sentíamos lo mismo y así fue. Contábamos los días y las horas. Coordinábamos qué íbamos a hacer cuando esté en tal ciudad. Medimos y pensamos todo.

Finalmente me tomé un micro y siete horas después me bajé en la Terminal. Ella había ido a otra, así que demoramos en encontrarnos, pero me quedé parado como un soldado que acaba de bajar del avión después de una guerra, a la espera de que su mujer lo vaya a buscar. Y así fue. Aunque habíamos hablado y habíamos intercambiado fotos, cuando la ví me sorprendí. Era más baja de lo que había imaginado, era más morocha de lo que había visto, no es el estereotipo de mujer que me enloquece….y acá es cuando generalmente en mis relatos todo sale mal y empieza lo gracioso, pero el problema es que salió todo bien, porque nos miramos y me perdí. “Hola”, me dijo, “no vamos a tranzar”, continuó. Sin embargo, dejé caer el bolso y nos dimos un beso y se frenó el tiempo. ¿Se acuerdan de eso? ¿Recuerdan lo que es quedar encapsulado con alguien? Besar a otro y que se detenga el tiempo, que nada más importe, tener la ilusión de sentirte completo y en casa, y que todo va a estar bien. No sentir sonido, tacto, estar envuelto en una burbuja, solamente en el mundo estaba ella y yo. Todo mi control, todas mis manías, todas mis estrategias, todo mi personaje, todo, todo a la mierda. En ese instante empecé a creer que le gustaba y me gustó. Le di un beso en los labios más definidos que bese en mi vida y sabía que había cagado fuego. Me di cuenta que me gustaba demasiado y eso te lleva a perder el partido. No la conocía tan bien, todas las palabras que habíamos dicho se tenían que traducir en hechos…pero cuando te gusta alguien en serio es así: irracional. Estas hecho un pelotudo o una pelotuda y no te importa absolutamente nada.

Con Ramona hablamos de ser piolas, de ver películas y dibujos hasta la madrugada, de tener sexo con ganas, de matarnos de risa, de cuidarnos las espaldas, de viajar y sacar fotos para mis textos, de hacer todo lo posible para que salga todo bien. ¿Me embarqué demasiado pronto y con demasiada intensidad? Claro que sí. ¿Pero vos qué hubieses hecho?
“Me haces reír sola como gila” era una de las frases que me alegraba el día. No me importaba estar en un trabajo infernal. Me importaba que me dijese “buen día, chino”, todas las mañanas. En 3,6 billones de mujeres que hay en la tierra, sólo me importaba ella.

Fueron días hermosos en Córdoba. Me quedo con el decirnos “never enough” ante muchas cosas. De sus rulos enquilombados y de los verbos que nos decíamos en inglés, porque decirlos en español le daban demasiado peso. Me quedo con algunas escenas que ahora las veo como cómicas: como cuando le agarré la mano en la calle para que ella me diga: “no, de la mano no, eso es de novios” y yo le conteste “relax, te quería mostrar eso”, todo superado, para hacerla sonrojar por haber saltado supuestamente tan a la defensiva (aunque la verdad es que sí le quise tomar la mano para caminar juntos así). Me quedo con mi pánico de comer un tostado o una pizza con ella, por miedo a que mi intolerancia a la lactosa me traicione y no pudiese resistir un pujante flato.

También me quedo con la alimentación necesaria, ese régimen de palabras lindas y besos que nutren mejor que cualquier proteína. El hablar y el abrazo que es como el agua para las plantas. Me quedo con nuestro rechazo al cautiverio y las escapadas a tomar aire. Y con los cafés (donde ahí sí me agarraba la mano). Me quedo con su amor por las bicicletas y el arte. Me quedo con mi intención de ser siempre un campeón, atento y dejar todo en la cancha, todo el tiempo. Me quedo con los Snickers y nuestra pasión por el helado, todos los días y a la hora que sea. Me quedo con la promesa de ilimitadas noches de sushi, o de puré instantáneo con salchichas.  

Con el tiempo hubo un final. Pero el final no fue por la distancia ni por la diferencia de edad, eso lo creo. Simplemente no fue el momento indicado para estar juntos.

¿Y el resto? El resto y los demás detalles un caballero no los debe mencionar. Suficiente es todo lo que uno pone acá, suficiente la descripción tragicómica de ese destello, brillante, cegador, breve y real.

Quizás esto sea para aprender. Quizás la segundas partes, de lo que sean, nunca han sido buenas…pero El Padrino 2 existe y ella no la vio. Quizás tengamos eso como excusa para vernos. Quizás algún día nos volvamos a cruzar. Quizás ;)



Texto: Leandro Paolini Somers.
Ilustración: Alejandra Lunik.