Una vez por mes subiré alguna anécdota patética (donde yo le doy peso al adjetivo),
que contada suele ser graciosa y tipeada veremos cómo queda.

sábado, 30 de enero de 2016

El Síndrome Californication.

Es menester de mi parte confesar que no siempre me fue bien con las mujeres. Este blog se apoya principalmente en esas desafortunadas, y a veces cómicas, situaciones. Cuando me separé de una ex (con quien conviví, La Innombrable, de quien no creo que escriba porque cuando uno detalla características, algunos hasta humanizan a Hitler, podría contar cuando creía que iban a bombardear, pero bueno, desvarío...), resulta que estuve 6 meses sin tener sexo. ¿Nunca les pasó? Encima estaba seriamente desempleado. Perdí 9 kilos. Estaba hecho mierda, claramente. Parecía el típico flaco enfermo. Buscabas el término «patético» en el diccionario e ibas a encontrar una foto mía saludando. Me había mudado de un lujoso departamento de 3 ambientes con piscina en la terraza a un monoambiente. Con 35 años encima me sentía jugadísimo y que no iba a salir, que ya estaba, que viejo y sin un mango no me iba a levantar ni a la mañana. Entonces me quedé tirado en la cama muchos días. Hasta que un día me fui a la costa, a lo de un amigo y después de una recaída seria, empecé a salir del fondo. Primero desde lo físico: comer bien y entrenar. Poco. Pero algo. Luego empecé a leer y escribir nuevamente. Finalmente me reencontré con muchos amigos y llené mi vacío existencial con muchas series. El soma de nuestros días.
Californication era una de mis series favoritas. La empecé a ver porque David Duchovny me cae súper bien por los X-Files. No sabía que se trataba de la vida de un escritor que vivía al límite. Nunca lo vi como un referente porque no me sentía escritor. Yo sólo era un flaco al que le gustaba escribir. En muchos de los episodios de Californication, las mujeres con quienes estaba el protagonista le echaban en cara el por qué no las había llamado nuevamente, y si bien yo me divertía con las disparatadas situaciones, no entendía cómo Hank Moody podía ser tan descortés! Recordemos que yo estaba recién separado, hecho mierda y no se la ponía ni a un poncho viejo.
Con el tiempo me recuperé fisicamente y aunque tenía 36 nunca había estado tan en forma. Me amparé mucho en mis amistades, cerré filas y empecé a salir. Hice cursos solamente con el objetivo de aprender algo nuevo y levantar minas (sí, hasta hice un curso de Connoiseur du Café). Después logré ingresar en una institución donde era como el encargado de prensa y sentí que mi CV volvía a valer. Empecé a hacer lo que me gustaba. Vivía para mi. Hasta me iba a la oficina en skate. «Patineta» me empezaron a decir en ese ambiente. Ahí conocí a mi última ex, con quien todavía me llevo bien. Con ella hicimos de todo pero también veíamos muchas series. La sumé a la ola de Californication y las desventuras de Hank Moody. Cuando tuvimos mucha confianza, le contaba mis patéticas experiencias femeninas y una noche hasta se cayó de la cama cuando le conté mi primera vez. Un mes antes de separarnos (en los mejores términos) me dijo: «Por Dios hacé algo con esa anécdotas, una novela, una serie, algo». «Nah, todo eso es muy grande y me ahogo. Maybe I'll start another blog», le contesté.

Hace un tiempo nos volvimos a ver. Pasó por Buenos Aires y me llamó para decirme que estaba en la ciudad, y que si quería ir a tomar un café. Tomamos un café, nos reímos de las mismas boludeces, hicimos un update mutuo, incluso de nuestra vida sexual post-separación (aunque con decoro). Y en medio de la charla me dice:
-Vos sos terrible cómo inconscientemente te convertís en quien admiras.
-¿Eh?
-Tenía razón tu ex mexicana. Al Sindrome Batman le podemos decir el Sindrome Hemingway o el Sindrome Californication.
-¿Eh? (no caía, a veces cuando habla me supera).
-Fijate, te mata la aventura, eso es muy de tu viejo, y te gusta escribir pero también te mandas a viajar, boxeás y andás en moto. Paraaa, Hemingway.
-Sí, puede ser, pero mi referente literario es Ballard...
-Y después está Californication. En la secundaria eras un loser. En la facultad empezaste a hacer un desastre porque te sentiste físicamente bien y tenías guita, y ahora con el blog estás haciendo lo mismo. Se retroalimenta, Lea.
-¿Eh?
-Leandro, Hank Moody no puede escribir nada contundente, vos tampoco. Tiene una buena relación con su ex. Empieza un blog que lo vuelve mínimamente significativo y porque ya se siente un poco bien consigo mismo empieza a hacer un desastre con las minas...
-Se me ha juntado el ganado en algún que otro evento...
-Prefiero que te conviertas en Hemingway sin que te pegues un corchazo, pero te estás convirtiendo en Hank Moody.
-Qué exagerada...

Y como de costumbre me hice el boludo, pero ella generalmente no se equivoca. Maldita enana. En esa conversación, ya sabía que tenía un nuevo posteo, hasta me había regalado el título.
Es cierto que en algún momento era cuestión de tirar alguna invitación y hacer blanco como nada, llegué a estar en dos meses con ocho flacas distintas. Y ponerme en pedo como a los 20 mientras me despertaba con una de 20. Y salir y hacer regalos. Pero igual me sentía con el alma vacía y sólo me divertía contarle algún que otro detalle a mis amigos, y dejarme lo mejor para el blog. A veces no llamo a una porque es media depre y apática. Otras veces no llamo a otra porque tira demasiadas caras y sobre actua todo, y está siempre al borde del «¿Y ahora qué? ». Hay otra que es muy princesa y la tendría que súper remar sin un objetivo superlativo. Y otra más porque directamente me da fiaca. Hank Moody arrancaría primero y se lamentaría después.

Por suerte pocas veces sufrí el reclamo y la escena ao vivo. El clásico cruzarte con alguien a quien no llamaste más, comerte su cara de culo y eventualmente sufrir el encare y el reclamo de «¿Por qué no me llamaste más?», no suele ocurrir...seguido. En un muy mal día te puedo decir que la muerte de mi viejo me afectó demasiado (a lo que mis amigos preguntan cuándo prescribe esa excusa). En un mal día te puedo decir «I'm busy». En un buen día te digo «Nunca te mentí y no voy a empezar ahora». Y luego de hacer hombritos, o me como una puteada, o el culito de un vaso de cerveza en la cara, para el deleite de algunos hipsters de la Galería Patio del Liceo...

Hace siglos en Japón existió un artesano llamado Saito que era una eminencia en el tallado del jade. Monarcas de todo el mundo requerían sus trabajos y él los complacía y los asombraba con su arte. Saito era un experto en tallar dragones de jade y lo que más deseaba en el mundo era que se le aparezca un dragón verdadero. Una noche, después de hacer su obra maestra, un dragón tan perfecto, tan detallado, desde el mundo místico el rey de los dragones decidió devolver un dragón a la tierra y le sopló vida a la creación de Saito. El dragón de jade abrió los ojos, sus alas, infló su pecho y vivió. Ante la mirada atónita de su creador, el dragón se echó al piso en reverencia a su creador. Saito se tomó el pecho y murió de un ataque cardíaco. El terror lo había matado. Ten cuidado con lo que deseas, dicen los sabios, porque se puede volver realidad.

El protagonista de Californication es padre, yo no. Él es un escritor con cierta notoriedad, yo no. Hank Moody es ficticio, yo no. Por las dudas, me voy a leer algo de J.G.Ballard, que está lejos de Hemingway y mucho más lejos de Moody. No hay que tentar la picardía del Rey Dios de los Escritores, no sea cosa que el Síndrome Californication se convierta en realidad y mi ex tenga razón ;)



Texto: Leandro Paolini Somers.
Ilustración: Maco Pacheco.