En pleno quilombo de fin de 2001, yo tenía la visa y el
pasaje para irme un mes a visitar a uno de mis mejores amigos a Canadá. Allí
fue donde conocí a Lara. Después de unos días en lo de mi amigo Juan, Lara
apareció con absoluto desparpajo en el living: rastas, escote, muchos
piercings; parecía una mujer Klingon, todo esto en el comienzo de
2002...demasiado arriba, y cometió el pecado de decirme: “Vos sos el famoso
Lea, vos y yo nos tenemos que hacer amigos“. Pocas cosas me generan más rechazo
que ponerle presión a un vínculo a la “this
has to work“. Lara era muy copada, ofreció mostrarme la ciudad cuando Juan
estuviese ocupado y me dio uno de sus celulares; para que me pueda comunicar en
la metropolis. Le puso toda la onda. Sin embargo, ella me caía para el culo y
yo sólo quería jugar a la Play
con mi amigo, mientras Argentina se prendía fuego...pecados de juventud.
Años más tarde volví a Vancouver, Canadá. Volví a lo de mi
amigo, y otra vez ahí estaba Lara. Esta vez más medida, más distante, entendió
la jugada. De nuevo con mucha actitud y joi
de vibre, me invitó a salir y facilitó mi estadía en el norte. Pero el dato
sobresaliente, es que empezamos a hablar de sexo y me contaba todas sus
desventuras con los hombres con los que se vinculaba. Ahora estamos hablando
del 2006 y yo ni soñaba con tener este blog, donde me rio de mi mala fortuna y
reflexiono lo más serio y vinculante a mis mujeres, con giros menos graciosos. Mucho
antes de este blog, Lara te contaba todo, te hacía una versión actuada de sus
hombres. Que un flaco antes de acabar se lo preguntaba: “¿Puedo acabar?“, que
otro la cuchareaba de la nada. Como una garrapata. Que hay muchos que se echan
un polvo, no esperan a que ella acabe y se duermen. Que otro le dijo AL MES que
la amaba. Lara me contaba y yo no podía creer que los hombres hiciesen tantas
boludeces. No soy ajeno, yo también hago boludeces (o sea, hay 2 años a puro
blog de interacción femenina y errores de vida, con alguito de vuelo literario).
Lara tenía miles de anécdotas y como se voltea todo lo que
respira en el planeta (es guia turistica internacional), nuestra dinámica
creció así: cada vez que nos veíamos, comparabamos anécdotas sexuales y de vida,
nos reímos mucho, y finalmente nos hicimos amigos y nos cuidamos las espaldas
cada vez más.
En 2009 volví a Canadá y ella me sacaba a fiestas y nos
poníamos al día con el devenir diario y las anécdotas: no sin antes comer mucha
pizza y/o sushi, con historias donde flacos le pedían permiso para ponerse un
forro o la miraban fijo a los ojos mientras garchaban, as in staring, as in a fucking trance.
Cuando ella venía a Argentina la rutina era similar. Mi novia
de turno sabía que venía Lara, que era una amiga, que salíamos, que nos
emborrachabamos y que hablábamos de sexo. Meterse con Lara es sinonimo de
tarjeta amarilla. Algunas novias ponían caras largas y otras - más inteligentes
- sugerían salir a conocerla un día al menos y divertirnos todos.
¿Nunca pasó nada con Lara? Hubo un viaje a Canadá. Hubo
salidas, borracheras, pizza y hubo un casamiento. Ella con un vestido de noche
y yo de smoking, hubo una limousine, hubo un frappé con champagne, se bebió
mucho champagne y se bailó mucho esa noche con los Black Eyed Peas, y el
vestido amarillo con un corte en la espalda que se corrió cuando estabamos los
dos borrachos y una frase que los dos hacemos que no recordamos: “no tengo ropa
interior“, me dijo. Estabamos muy borrachos y era muy tarde...
Desde 2011 viene cada dos años a Buenos Aires con un tour y
para en casa. Duerme en mi cama y yo en un sofá cama. Se pasea por el
departamento en ropa interior deportiva como si nada y yo hago lo mismo en
boxers. Los dos estamos en estado. Los dos nos cargamos. Ella se queja de su ex
afro-americano y yo de mis ex psycho-killer. Somos una especie de Hugh Jackman
y Ashley Judd de la C. Ella
me relata sus nuevas aventuras con un flaco que le pusimos El de los
Olores, un flaco que tenía un olfato paranoide y le parecía oler comidas, o
caca de perro, cuando realmente no había nada de eso en la casa de mi amiga. El
de los olores se la secaba a Lara y lo dejó de ver. Aunque no generó un mejor
cambio cuando pasó a ver a El Adolescente. Un flaco que aunque vivía solo,
dormía en una cama individual, rodeada de posters viejos y toda su decoración
adolescente aún cuando ya tenía 30. Como si hubiese transplantado su cuarto de
joven a su bachellor pad. La
particularidad de ambos, además de no ser lo más sexy de Vancouver, es que
gemían de manera particular, como si los estuviesen torturando. Poco hombre
animal, mucho pibe torturado. Seca zanja total.
En algún momento aparecerá la Mujer 77 y me calmaré (es un
uso poético, el 77, o el calmarme, fijate...) y ella finalmente sentará cabeza
con algún negro (la pueden, el mito de los morochos no es mito, es pitón), y
los dos seguiremos riéndonos de anécdotas del pasado y compararemos heridas de
guerra. O seremos rock y no nos retiramos nunca y seguiremos tratando de
divertirnos con nuestro devenir.
Cuando hace un tiempo le conté algunas repercusiones de este
blog, se reía y me contó sus últimas conquistas, las que incluyen a quien nombramos
como el Inspector Gadget, porque si bien no venía a verla en impermeable, se le
aparecía con un bolso y del bolso sacaba de todo. Un día sacó un champagne,
bien, ponele. Otro día sacó una remera común, unos shorts, se puso en bolas y
se cambió a una ropa más cómoda antes de arrancar el fore-play que deviene en garche. Un día se sacó el traje, se
cambió, colgó su ropa de oficina – para que no se le arrugue – y luego la
avanzó para concretar la noche. Un personaje. Aunque quizás el mejor de todos,
y el más creepy, es El Relator. Este
tipo – a distancia – mientras se sacaba la ropa le relataba lo que iba a hacer:
“ya está eh, ya me saco todo eh, la tengo re dura eh, ¿sabés lo que te voy a
hacer con esta que está tan dura?”. Y así. Mi amiga le seguía el juego (porque
evidentemente ella también es algo perv),
pero el flaco relataba absolutamente TODO el acto. Desde el fore-play hasta
cuando acababa: “cómo te cojí, cómo te cojí, que caliente que estaba, vos
también estabas muy caliente”. Y asi…
Con su vida, con mi vida, que sea rock, o que sea lo que sea,
pero con la seguridad de que cada vez que nos veamos chorreen anécdotas para
llorar de la risa y agradecerle al cielo que la tengo de amiga, porque es una
amiga de fierro que dejó de ser la
Klingon y siempre me divierte, porque Lara derrocha onda y
porque Lara me cuenta.
Texto: Leandro Paolini Somers.
Ilustración: Tatiana Pollero.