Una vez por mes subiré alguna anécdota patética (donde yo le doy peso al adjetivo),
que contada suele ser graciosa y tipeada veremos cómo queda.

miércoles, 30 de marzo de 2016

Lara, la Klingon.

En pleno quilombo de fin de 2001, yo tenía la visa y el pasaje para irme un mes a visitar a uno de mis mejores amigos a Canadá. Allí fue donde conocí a Lara. Después de unos días en lo de mi amigo Juan, Lara apareció con absoluto desparpajo en el living: rastas, escote, muchos piercings; parecía una mujer Klingon, todo esto en el comienzo de 2002...demasiado arriba, y cometió el pecado de decirme: “Vos sos el famoso Lea, vos y yo nos tenemos que hacer amigos“. Pocas cosas me generan más rechazo que ponerle presión a un vínculo a la “this has to work“. Lara era muy copada, ofreció mostrarme la ciudad cuando Juan estuviese ocupado y me dio uno de sus celulares; para que me pueda comunicar en la metropolis. Le puso toda la onda. Sin embargo, ella me caía para el culo y yo sólo quería jugar a la Play con mi amigo, mientras Argentina se prendía fuego...pecados de juventud.

Años más tarde volví a Vancouver, Canadá. Volví a lo de mi amigo, y otra vez ahí estaba Lara. Esta vez más medida, más distante, entendió la jugada. De nuevo con mucha actitud y joi de vibre, me invitó a salir y facilitó mi estadía en el norte. Pero el dato sobresaliente, es que empezamos a hablar de sexo y me contaba todas sus desventuras con los hombres con los que se vinculaba. Ahora estamos hablando del 2006 y yo ni soñaba con tener este blog, donde me rio de mi mala fortuna y reflexiono lo más serio y vinculante a mis mujeres, con giros menos graciosos. Mucho antes de este blog, Lara te contaba todo, te hacía una versión actuada de sus hombres. Que un flaco antes de acabar se lo preguntaba: “¿Puedo acabar?“, que otro la cuchareaba de la nada. Como una garrapata. Que hay muchos que se echan un polvo, no esperan a que ella acabe y se duermen. Que otro le dijo AL MES que la amaba. Lara me contaba y yo no podía creer que los hombres hiciesen tantas boludeces. No soy ajeno, yo también hago boludeces (o sea, hay 2 años a puro blog de interacción femenina y errores de vida, con alguito de vuelo literario).
Lara tenía miles de anécdotas y como se voltea todo lo que respira en el planeta (es guia turistica internacional), nuestra dinámica creció así: cada vez que nos veíamos, comparabamos anécdotas sexuales y de vida, nos reímos mucho, y finalmente nos hicimos amigos y nos cuidamos las espaldas cada vez más.

En 2009 volví a Canadá y ella me sacaba a fiestas y nos poníamos al día con el devenir diario y las anécdotas: no sin antes comer mucha pizza y/o sushi, con historias donde flacos le pedían permiso para ponerse un forro o la miraban fijo a los ojos mientras garchaban, as in staring, as in a fucking trance.
Cuando ella venía a Argentina la rutina era similar. Mi novia de turno sabía que venía Lara, que era una amiga, que salíamos, que nos emborrachabamos y que hablábamos de sexo. Meterse con Lara es sinonimo de tarjeta amarilla. Algunas novias ponían caras largas y otras - más inteligentes - sugerían salir a conocerla un día al menos y divertirnos todos.

¿Nunca pasó nada con Lara? Hubo un viaje a Canadá. Hubo salidas, borracheras, pizza y hubo un casamiento. Ella con un vestido de noche y yo de smoking, hubo una limousine, hubo un frappé con champagne, se bebió mucho champagne y se bailó mucho esa noche con los Black Eyed Peas, y el vestido amarillo con un corte en la espalda que se corrió cuando estabamos los dos borrachos y una frase que los dos hacemos que no recordamos: “no tengo ropa interior“, me dijo. Estabamos muy borrachos y era muy tarde...

Desde 2011 viene cada dos años a Buenos Aires con un tour y para en casa. Duerme en mi cama y yo en un sofá cama. Se pasea por el departamento en ropa interior deportiva como si nada y yo hago lo mismo en boxers. Los dos estamos en estado. Los dos nos cargamos. Ella se queja de su ex afro-americano y yo de mis ex psycho-killer. Somos una especie de Hugh Jackman y Ashley Judd de la C. Ella me relata sus nuevas aventuras con un flaco que le pusimos El de los Olores, un flaco que tenía un olfato paranoide y le parecía oler comidas, o caca de perro, cuando realmente no había nada de eso en la casa de mi amiga. El de los olores se la secaba a Lara y lo dejó de ver. Aunque no generó un mejor cambio cuando pasó a ver a El Adolescente. Un flaco que aunque vivía solo, dormía en una cama individual, rodeada de posters viejos y toda su decoración adolescente aún cuando ya tenía 30. Como si hubiese transplantado su cuarto de joven a su bachellor pad. La particularidad de ambos, además de no ser lo más sexy de Vancouver, es que gemían de manera particular, como si los estuviesen torturando. Poco hombre animal, mucho pibe torturado. Seca zanja total.

En algún momento aparecerá la Mujer 77 y me calmaré (es un uso poético, el 77, o el calmarme, fijate...) y ella finalmente sentará cabeza con algún negro (la pueden, el mito de los morochos no es mito, es pitón), y los dos seguiremos riéndonos de anécdotas del pasado y compararemos heridas de guerra. O seremos rock y no nos retiramos nunca y seguiremos tratando de divertirnos con nuestro devenir.
Cuando hace un tiempo le conté algunas repercusiones de este blog, se reía y me contó sus últimas conquistas, las que incluyen a quien nombramos como el Inspector Gadget, porque si bien no venía a verla en impermeable, se le aparecía con un bolso y del bolso sacaba de todo. Un día sacó un champagne, bien, ponele. Otro día sacó una remera común, unos shorts, se puso en bolas y se cambió a una ropa más cómoda antes de arrancar el fore-play que deviene en garche. Un día se sacó el traje, se cambió, colgó su ropa de oficina – para que no se le arrugue – y luego la avanzó para concretar la noche. Un personaje. Aunque quizás el mejor de todos, y el más creepy, es El Relator. Este tipo – a distancia – mientras se sacaba la ropa le relataba lo que iba a hacer: “ya está eh, ya me saco todo eh, la tengo re dura eh, ¿sabés lo que te voy a hacer con esta que está tan dura?”. Y así. Mi amiga le seguía el juego (porque evidentemente ella también es algo perv), pero el flaco relataba absolutamente TODO el acto. Desde el fore-play hasta cuando acababa: “cómo te cojí, cómo te cojí, que caliente que estaba, vos también estabas muy caliente”. Y asi…


Con su vida, con mi vida, que sea rock, o que sea lo que sea, pero con la seguridad de que cada vez que nos veamos chorreen anécdotas para llorar de la risa y agradecerle al cielo que la tengo de amiga, porque es una amiga de fierro que dejó de ser la Klingon y siempre me divierte, porque Lara derrocha onda y porque Lara me cuenta.  



Texto: Leandro Paolini Somers.
Ilustración: Tatiana Pollero.