Natacha fue mi amiga amante
por 8 meses. La dinámica era casi perfecta: yo escribía, viajaba, trabajaba y
cada tres semanas nos veíamos y nos matábamos. Funcionaba. Estaba todo bien,
aunque yo ya sentía que venía un declive o un intento suyo de noviazgo. Ella en
varias instancias me quería decir algo y luego no me lo decía. Con un
“olvidate”, tapaba todo. Yo ya me preparaba a recitar el pergamino de por qué
no era un buen momento para estar de novios, etc. Sin embargo, un día me dijo:
“Lei…te quiero decir algo y no se cómo lo vas a tomar”. Como hacíamos
cualquiera…yo ya pensaba que estaba embarazada, o que se había enamorado, o que
quería ser más normal y dejar de hacer cualquiera….pero me dijo: “Estoy
pensando en hacer un trío”.
Quedé en estado de shock,
supuse que no me estaba hablando de armar un coro porque sabía que no tengo
demasiado corazón para hablar temas en serio, y por otro lado me estaba jugando
la carta que siempre esperé: la de armar un trío con alguien. Muchachos,
compren champagne que se viene una fiesta…
De todas formas,
automáticamente pensé que iba a querer hacer un trío con algún flaco que yo no
conocía, y ya me imaginaba transpirando al lado de un chabón desconocido que se
iba a estar clavando a una divina a la que sólo me garchaba yo…pero no, me
dijo: “Tengo una amiga que me propuso acostarse conmigo y como es muy amiga, no
sólo me da cosa, sino que si hacemos un trío con vos, me sentiría más cuidada”.
Mi cara de póker y mis “aha”, no representaban la fiesta interna que tenía en
la cabeza. Tenía ganas de dar vuelta la mesa, empezar a festejar a los gritos y
pedirle disculpas a Dios por no haber sido creyente todos estos años; pero me
contuve y sólo dije: “Claro, lógico, como no”. No la podía creer.
Me comentó que su amiga
Laura siempre se sintió atraída a las mujeres pero que con ella tenía algo en
particular, y ya que también le gustaban los hombres, y habían hablado bien de
mí, no le parecía ilógico incluirme en esta experiencia de menage…Yo seguía con mis “aha”, y otros “lógico”, seguido de un
“esto es algo que hay que hacer bien, consensuado, nos juntamos, tomamos algo,
yo si quieren casi ni interactúo pero si vos querés que yo intervenga, como
cortina con tu amiga, me haces un gesto y yo intervengo”. Ella me confesó que
le intrigaba todo, pero que le gustaba el morbo de compartirme con una amiga,
aunque no le atraía la idea de estar con su amiga. Yo como el mejor cómplice le
prometí que sólo me importaba que ella esté bien, que ella se sienta cómoda,
que su amiga esté cómoda, estar en el medio sólo para cuidarla. La verdad es
que ya no sabía qué más decir para enfiestarme a las dos amigas.
Pasó el momento de
confesión y nos avocamos a lo que hacíamos cada tres semanas, en casi
exclusividad. Luego de estar juntos y antes de irse (en tiempos antes de
Facebook), me dice: “Te voy a dar el teléfono de Laura para que la llames y
hablen, así es todo menos brusco”. Así que cuando Natacha se fue, llamé a Laura
para ver cómo podía manejar esta situación. Laura me atendió y luego de algunas
presentaciones y chistes, el diálogo fue algo así:
-
“¿Entonces vos no tenés
problema que yo participe?”.
-
“Mirá Lea, yo quiero estar
con Nati, y ella siempre habla bien de vos, asi que si eso es lo que tengo que
hacer, eso es lo que haré”.
Su comentario me pareció
demasiado cómplice, casi masculino…así que traicionando cualquier aprecio que
tenía con Natacha le dije a Laura:
-
“Vos sabés que ella está
dudando y que se puede echar atrás, ¿no?”.
-
“Sí, lo re sospecho”.
-
“¿Puedo ser frío un rato?”.
-
-“Sí, decime”.
-
“Yo no te conozco pero ya
me caes bien. Me quiero acostar con las dos. Decime cómo hago yo desde mi lado
para que Natacha no se eche atrás”.
-
“Sos un genio. Frío y
calculador, pero un genio. Tenemos que desdramatizar constantemente mi peso en
esta experiencia. Como si yo fuese una testigo, aunque vos sabés que no va a
ser así”.
-
“¿Y tenés drama que yo
quiera estar con vos?”.
-
“No es mi prioridad, pero
no es un problema, vamos viendo”.
Y así, como quien confabula
cómo atacar a un amigo en un partido de TEG, con Laura nos hicimos cómplices
para el trío.
Llegó el fin de semana acordado
y vinieron las dos a casa. Pacté con Laura que ella llegue primero para hablar
bien entre los dos, y evitar la presión de compartir el viaje con Natacha. Vivían cerca. Llegó Laura, nos pusimos a tomar y casi éramos dos amigos que planeaban
voltearse a una mina. Creo que tengo un sector del infierno reservado con
nombre y apellido. Llegó Natacha y le agradó que Laura ya hubiese llegado. Nos
pusimos a tomar los tres. En un momento le hice un gesto a mi cómplice para que
se siente lejos de Natacha y yo. Seguimos hablando con Natacha y empezamos a
chapar. Las luces ya estaban tenues y yo con la mano le hacía señas a Laura que
espere. Mi intención era llevar a Natacha a la cama, y con todo casi consumado,
sumarla a Laura como una paracaidista en medio del baile. Seguimos transando, estábamos
al borde de la habitación…y Laura no resistió, se acercó a los dos y ante el
mínimo roce con Natacha, la otra saltó y dijo: “No puedo, no puedo, no puedo…”.
Seguido de un brote nervioso donde se puso a llorar y miraba a su amiga y le
decía: “Vos sos mi amiga, cómo querés tener algo conmigo”. Yo quería matar a
Laura por haber operado fuera de la estrategia diseñada, pero quería ver si
podía remar la situación. Laura sólo le decía “No pasa nada, no pasa nada”.
Pero era todo muy evidente y torpe. “Lea, pedime un remis”, dijo Natacha. Yo me
quedé callado y Laura saltó con un “no para”, a lo que Natacha gritó un “¡No me
puedo quedar!” y se encerró en mi cuarto.
La miré a Laura como cuando
un director técnico mira a uno de sus jugadores cuando se hace sacar una
tarjeta roja y deja al equipo en desventaja. Entré a mi habitación, traté de
consolar a Natacha pero ella estaba inflexible. “Llamame el remis, me quiero
ir”, fue lo único que repetía. Salí de la habitación y le dije a Laura: “Ni se
te ocurra ir con ella. Bancá”. Llamé al remis y vino. Natacha se fue. Nos
quedamos con Laura en silencio tomando algo, pero como soy hombre y obvio le dije:
“¿Y si garchamos nosotros?” (como quien dice “¿Y si salimos a caminar?”) a lo
que ella me respondió: “Me interesaba Natacha, vos sólo eras un accesorio”.
Accesorio. Me han dicho muchas cosas en la vida (la mayoría malas), pero nunca
“accesorio”.
Cuando Laura me dijo: “Me
voy a tomar el colectivo”, me ofrecí a acompañarla hasta la parada. Caminamos
en silencio hasta que empezamos a hablar y analizar qué había salido mal. Como
cuando uno analiza por qué uno se comió una goleada jugando al fútbol. “A la larga
no quería. Yo entré a destiempo, tenés razón, pero peor hubiese sido si le
agarraba una crisis cuando estabamos todos en bolas”, me dijo Laura con la cabeza
gacha. Sentí un poco de pena por ella y le dije: “No es culpa de nadie. No
salió. Queríamos tener una experiencia y no se dio. Ya fue”. Llegó su
colectivo, me despidió con un abrazo y se fue.
Toda la situación me dio
algo de hambre. Así que el único trío que tuve esa noche, fueron los tres súper
panchos de Peter’s que me comí antes de volver a dormir solo a casa (uno sin
nada, uno con criolla y otro con salsa cheddar; pocas papas pai en todos).
P.D: Natacha convive hace
años con un flaco que tiene una fábrica y Laura convive con un chef francés.
Siguen amigas. Nunca más las ví.
Yo escribo un blog.
Texto: Leandro Paolini Somers.
Ilustración: Colorada Majox.
Genial el relato. A veces pasa.
ResponderBorrarRecién ahora tu comentario. Un lector que además de ser un gran dibujante con el tiempo espero que se convierta en un amigo ;)
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